Seguimos mirándonos,
tan tranquilos,
como niños a punto
de echar a correr.
Una carrera eterna
de soledad y silencio.
Pero ya somos adultos,
sólo andamos, despacio.
Tan despacio que parece
que perdemos la vida
a cada paso. Movimiento
involuntario el de caer.
Y seguimos en silencio,
como cuando empezamos.
Años atrás, ya sin recuerdos.
Seguimos perdidos ahora,
sin encontrar el rumbo, sí, ese
que jamás existió, y que siempre
hemos buscado entre los besos,
las dulces caricias de los otros,
los abrazos, tan perdidos,
como nosotros mismos.
Cuando empezamos a pensar,
ya caímos en el infinito círculo,
de creer en nada siempre, todo
orden y elocuencia,
para la gente que no tiene idea,
la que no tiene ni paz.
Como nosotros, que estamos
con los ojos abiertos y sin dormir.
Como nosotros, que estamos
llenos de energía como el primer día.
Reacción contraria a amarte,
definían diccionarios inhumanos.
Reacción a perderte, mientras
morimos en el remolino azul
de sentimientos y emociones.
Mientras morimos ahogados
por nuestros propios ideales.
Nuestra idea de amor,
de belleza, de querer,
de sentimiento, de soledad,
de brillar, de ternura...
Nuestra idea de ti,
de mí, de un nosotros.
Una idea errónea,
al fin y al cabo.
Sólo una idea.
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