Te acostumbrarás
a mis largas miradas,
silencios infinitos,
caricias lejanas.
A que sólo conteste
con sonrisas,
tan perdidas como tú
en una noche sin luna.
Es sólo costumbre.
Se acaba consiguiendo.
Como una metamorfosis,
lenta. No hay prisa.
Y es cierto que son tus ojos
(impacientes), quienes
me llevan al silencio,
en el cual yo vivo,
en el que yo disfruto.
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