Sólo pretendíamos querernos,
y acabamos haciéndonos daño.
Marcando nuestras muñecas
con dolor sobrehumano.
Existió un silencio infinito,
prendido del cristal de tus ojos.
Existió, tan tranquilo, el miedo
a perdernos en oscuras tabernas,
en brazos desconocidos.
Nos miramos expectantes,
como el primer día
de nuestras tristes vidas.
Nos abrazamos sonrientes,
sin más remedio
que seguir adelante.
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