Con las manos teñidas de sangre
verteremos al mar nuestra paciencia,
tan infinita como la misma esencia.
Con los ojos desbordado ira,
odio saliendo por nuestra boca,
con el pulso siempre perdido,
entre suspiros y lloros,
entre canciones y risas,
estaremos siempre con
alegres momentos, unidos,
a preciosas sonrisas escondidas.
Ven, abrázame, aunque sea
la última vez, el último día
que nos queda en esta vida.
Ven, bésame, aunque sea
el beso más triste del mundo,
la caricia más lejana,
el sentimiento más perdido.
Quiéreme un poco,
por más que diga que te odio
nuca podré olvidar el momento
en el que, llorando, te dije adiós.
Sin palabras, sin expresión;
sólo pensamientos rotos,
esparcidos por todo el suelo.
Sólo quedamos tú y yo
ahora que el resto del mundo
ha acabado sucumbiendo al miedo.
Sólo quedamos tú y yo
en el sendero sin sentido,
el camino obligatorio para alcanzar
[por fin,
la felicidad.
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