Sientes que te falta el aire, que el mundo se te viene encima. Sientes que no puedes más, que te ahogas en un vaso de agua. Porque siempre que te implantas la meta de ser feliz siendo sincero llega alguien que te demuestra que tu verdad no vale nada comparada con su mentira. Porque siempre llega el momento de entender que no eres nadie.
Tiemblas del frío que me provocan sus palabras y sus vacíos. Te falta la fuerza en las muñecas para ponerle lo mucho que lo echas de menos. Y las lágrimas desbordan el único camino que existía hacia la felicidad.
"¡Respira!¡Respira!¡Respira!" Son las únicas palabras que recorrían la perdida mente. Un intento de relajación y de sonreír; los dos fallidos. Recuerdas de golpe todos los buenos momentos, todas las sonrisas cómplices y las risas a escondidas. Se pulsa el botón que hace que te des cuenta de que todo es mentira, de que te han engañado. Rompes a llorar en un mar de finos y afilados cristales, que se clavan en tu ser como cuchillos en tu cuerpo.
Gritas, lo único que puedes hacer. Gritas por la impotencia, por el dolor. Gritas, y nadie te escucha.
Cáete; lo único que puedes leer en sus ojos, como un deseo incontrolable. Y te caes. Tan profundamente que sientes que nadie podrá encontrarte jamás.
Y cuando crees que ya estás bastante abajo se clava otra espina más, la que hace que te derrumbes aún más. Sólo quedan trozos incoloros de tu alma. Un fragmento muestra un color negro, tan oscuro como una noche sin luna, dejando entrever el dolor que hay en ti.
Pero de repente algo cambia, notas una nota entre tanto silencio. Tiemblas, te retuerces, niegas toda la ayuda que te pueda venir del exterior. Pero esta vez es distinto, sigue ahí. Levantas la vista despacio, temiendo ver a quién tanto daño te había hecho. Tu mente no reacciona. ¿Quién es? ¿Quién te está mirando, tendiéndote la mano para ayudar a levantarte? Tiritando rozas sus dedos, tus ojos no saben a dónde mirar, hasta que se quedan prendidos de esos verdes iris. Notas que te agarran y reaccionas, como alguien que despierta de una pesadilla.
Una sonrisa de sus labios hace aparecer en los tuyos una señal de consuelo.
Te levantas y ves la vida de distinto color. Tu alma va recuperando sus fragmentos, de la mano de aquel extraño. Un abrazo termina con todo el proceso de recuperación.
'¿Quién eres?' Preguntas con un susurro, temiendo que desaparezca si alzas la voz. Te mira y con una sonrisa cómplice te besa en la frente.
'Yo soy quién siempre ha estado contigo.' Responde tan tranquilo, acariciándote el pelo. 'Soy yo la única persona que puede comprenderte, porque siempre te ha escuchado.'
Se te nubla la mente, dudas de ti mismo y de todo lo que te rodea. Te sueltas y decides no creer en sus palabras, debe mentir, tiene que hacerlo. No podía haber alguien a tu lado cuando te sentías tan solo.
Pero vuelves a mirar sus ojos claros y la realidad aparece como un rayo de sol colándose entre las nubes de una tormenta. 'Tú eres la única persona en la que quiero confiar.' Dices, llorando como un niño que se ha quedado sin nada. Entendiendo que nunca se está solo en esta vida, si no que la realidad se aprecia de manera distinta cuando estás jodido.
Sientes que, lentamente, el dolor de tu pecho va disminuyendo, y pronto ni recuerdas porque estabas tan mal. Sonríes queriendo ir corriendo a abrazarle; y lo haces, pero frenas al ver que es él quién soy se está cayendo en el abismo de la soledad. Reaccionas tan rápido como eres capaz y te aferras a su mano, prohibiéndole caer, sin soltar la última esperanza que queda en su corazón. Lo levantas y, con el, te levantas tú.
'Yo soy tú, y tú eres yo. Juntos formamos uno, y ese uno será inseparable. No me sueltes, porque me caeré tan abajo que no habrá salvavidas que pueda rescatarme. Y no te caigas, porque iré contigo hasta el mismo infierno para salvarte, para librarte de todo ese dolor que pueda recorrer esa preciosa alma.
Prométeme que no volverás a llorar en silencio, y prométeme que vendrás a mis brazos cuando sientas que el mundo puede contigo.
Sólo recuerda que nadie nunca está solo, y que tú y yo hacemos un todo increíble. Te quiero Cris, te quiero más de lo que imaginas y más de lo que se llega a entrever entre estas tristes líneas. Te quiero como lo que eres, una persona increíble, mi salvavidas, mi paracaídas, mi cómplice en este oscuro trayecto.' Dijiste lentamente, sintiendo cada palabra, como si se fuera el alma con cada respiración...