No tengo voz en este cuento
para contar un final tan incierto.
Intranquilo, si cabe, el lugar
a dónde pertenecemos.
Acabados nuestros sueños
se ocultan las miradas
impacientes, comos las manos,
deseosas de encontrarse de nuevo.
Aquí, allá, cualquier lugar
es bueno.
Somos como dos cisnes enredados,
somnolientos, estancados,
que deciden sin mirarse
pasar la vida uno,
cerca del otro.
Somos todo partiendo de nada,
grandes miedos hoy en este cielo.
Ojalá siga tan negro este presente
hasta el momento de llamarlo,
otra vez, presente.
Porque no hay futuro tan claro,
como el color opuesto a tus ojos.
En esta noche, que ya no tiene
ni dueño,
ni sueño.
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