martes, 4 de marzo de 2014

Nada podemos advertir.

Quisimos explicar tantas cosas que nos abrazamos a la hoja de la cuchilla. Perdimos la esperanza de una vida sin demasiadas vueltas, sólo con recuerdos que maltratarían nuestra envejecida mente.
Sólo quedamos tú y yo en un mundo lleno de silencio arrogante, despreciable, mísero y traidor. Sólo nuestras manos en un caos tan ordenado que perdió el sentido. Y un suspiro que, volando hacia el destino, llegó a tu pecho triste, dejando claro el hecho de que echábamos de menos las dulces notas de una guitarra que nos robaba sonrisas traicioneras. Esas mismas que tantas noches infinitas delataron lo que ocultaban mis palabras amargas. Las que tantas noches se perdieron cuando la oscuridad se cernía sobre el cuarto vacío.

Ya no queda nada, todo se lo ha llevado el destino y su impenetrable camino. Con la coraza que hace ciegos nuestros ojos, evitando que miremos qué nos depara.
Sólo queda silencio, perdido y olvidado. Un recuerdo vacío de aquello que yo más había amado.

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