No sentirás dolor
cuando las lágrimas
inunden tu mirada.
Ya no sale el sol
entre aquellos paisajes
de caricias y enredos,
de señales y miedos.
Y ya no siento,
si sentir es queriendo.
Ya ni temo a eso,
a eso llamado
destino incierto.
Cuando la luna
brille en nuestros ojos,
y el camino sea
sólo pétalos de rosa,
podremos decir,
sin miedo al engaño,
que encontramos
aquello que nos hace daño.
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