El momento de dudar de ti misma, y de odiarte por encima de todo.
Los silencios que ya no son incómodos, las miraditas tontas y las indirectas forzadas.
Querer echarte atrás, no tener valor.
Acabas mirándote en el espejo, odiando tu sonrisa, odiando el brillo de tu propia mirada. "-¿Cómo va él a querer algo así?" Te dices, mientras bajas tu vista. No quieres aceptar la realidad por que duele, duele en el alma que es dónde no lo notan.
Le sonríes a la gente, aquí no ha pasado nada. Animas a un alma triste, la tuya está rota. Intentas seguir a flote apoyándote en las sonrisas falsas, pero notas que el agua está subiendo. Es el momento cuando llegan las olas que te das cuenta que estás perdida, no tienes nada que hacer. Así que te hundes, te caes.
Pero notas que alguien te está agarrando. Te resistes, no quieres ser salvada. Pero eso te aprieta más y más fuerte, intentando tirarte hacia arriba. Notas que va a caer contigo y decides ceder. No por ti, si no por él.
Y entonces lo ves, mirándote, con las lágrimas en los ojos y la sonrisa rota. Ves que está preocupado.
Articula dos palabras. Dos simples palabras que hacen que tu mundo se ilumine. Dos palabras que consiguen que tus ojos se abran. Sólo dos palabras...
"Te quiero."
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